El piano es un instrumento de cuerda de acero que soporta una tensión permanente de varias toneladas sobre su estructura. Consta de 88 teclas (los antiguos suelen tener 85), que corresponden a 88 notas que, desde la más grave (La 0) hasta la más aguda (Do 8), se suceden de medio en medio tono en sentido ascendente cubriendo un amplísimo espectro sonoro. Los dos tercios, aproximadamente, de este conjunto de notas disponen de cuerda triple (medios y agudos), y el tercio restante, de cuerda doble y simple (graves y muy graves, respectivamente). Por esta razón nos encontramos con un total de 210 a 220 cuerdas de acero que han de estar correctamente tensadas para situarse acústicamente con exactitud en el lugar que les corresponde dentro de esa amplísima gama cromática de 88 notas que hemos descrito.
Tomando como referencia el diapasón oficial, La 4=440 Hz (aunque actualmente se utiliza mucho la frecuencia La 4=442 Hz, lo que supone un ligero incremento en la brillantez de la afinación), el técnico afinador de pianos a lo largo de un extenso, laborioso y complejo proceso, va tensando las cuerdas hasta lograr el equilibrio sonoro perfecto entre todas ellas, con el objeto de restablecer la perfecta gama cromática, en el sistema de distribución denominado "temperamento igual", que permite la ejecución de todo tipo de obras musicales de nuestra música occidental (otras culturas utilizan distintas distribuciones sonoras de la escala, permitiendo los cuartos de tono, por ejemplo), con las complejas arquitecturas armónicas y procesos modulatorios que nuestros compositores han desarrollado durante siglos.
Las doce notas que conforman un ciclo completo que llamamos octava, vienen a repetirse inmediatamente y en el mismo orden en el siguiente ciclo, multiplicándose por dos la frecuencia de cada una de estas doce notas para dar lugar a su réplica en el ciclo superior (el Do 1 engendra al Do 2 multiplicando su frecuencia vibratoria por dos, y así sucesivamente con todas las demás notas en el ámbito de la octava). Este incremento de energía es percibido por el oído humano como una ascensión hacia los agudos. Así, hasta siete veces se repite este proceso de incremento de la vibración (frecuencia) a lo largo del teclado del piano. La alineación de estas réplicas ha de ser perfecta para que percibamos un sonido limpio y compacto al tocar el piano.
La dificultad es obvia, pues resulta complicado obtener a lo largo de siete octavas y media la perfecta alineación de todos los ciclos de octavas. Esta dificultad, añadida a muchas otras que derivan de la compleja mecánica del instrumento, que debe estar perfectamente ajustada para permitir una correcta ejecución, hace que la profesión de afinador-técnico de pianos sea absolutamente imprescindible, ya que los pianistas (profesionales o aficionados) no suelen dedicarse a desarrollar las habilidades propias de un oficio que requiere una larga preparación. Normalmente un afinador-técnico de pianos no llega a desarrollar la máxima calidad en sus trabajos hasta después de varios años de práctica continuada, entre cinco y diez años como mínimo. La larga experiencia técnica unida a la dedicación musical son armas insustituibles para lograr las más altas cotas de perfección en este bello oficio artístico.